Hoy 20 de julio volviendo a casa, ha
pasado un rato largo de viajar muchos días en la carpa, visita a la selva y la
verdad lo más importante es lo que pasa dentro de cada uno, los portales que
abre la acción, la inmensidad y la austera existencia de los alpinistas. El 10
de julio nos despedimos con mi compañera de la Gran Expedición llamada VIDA,
Laura regresó a Neuquén para hacer frente a los compromisos productivos. Desde aquel día en compañía de Guadalupe
Rodriguez, Sandra Rodriguez, Raul Caceres, Hernan Carracedo y Leandro Casamayor
continuamos de expedición. Debo un agradecimiento a Laura especialmente por su
generosa decisión de no poner ni un pero a este tiempo extra que me he tomado.
La vida me ha puesto en estos caminos numerosas veces, pero la experiencia es
circunstancial, y aun cuando no ha llegado al fin desde hace unas horas he
comenzado la retrospectiva de este invierno altiplanico tan duro en algunos
aspectos y a la vez tan revelador en otros. Las razones, a veces es mejor no
buscarlas demasiado pero si las consecuencias, he adquirido nuevos compromisos,
siento este invierno como una reafirmación de estilo, que afectará el porvenir
inmediato, no quiero profundizar en estos asuntos hoy, empecé esto para
contarles que estoy comiendo salchipapas poniendo a prueba el hígado, feliz de
lo vivido y extrañando a mi familia de una forma muy especial, sin pena, sin
angustia con una mezcla de ternura y ausencia, con más ganas de recibir un
abrazo que ser rey de Persia. Seguiré este viaje y espero tener el espacio y el
tiempo para mostrar esas imágenes que acompañan el relato de uno que presume de
expedicionario, con ganas de descubrir que matices ha pintado esta experiencia
en mis compañeros de las tres expediciones que se cruzaron aquí en los Andes,
la del Huayna con Laura, la del Sajama con los chicos y la de la VIDA que
mezcla presente y pasado, realidad y sueños, gente y cosas, que se presenta con
la tibieza de un abrazo con las mamasitas Aymaras, que a tanto de insistir
muestran sus sólidos sentimientos ocultos detrás de la piel curtida, de sus
miradas impenetrables, se manifiesta en el estremecimiento infinito de un
apretón suave de esas manos ásperas como esta tierra. De esto se trata. Esta
mañana cuando dejamos Sajama a las 5 de la mañana un gallo saludó el amanecer
por venir y floreció el recuerdo fresco que la noche antes nos habíamos comido
uno que atrasaba. Nos vamos a reunir para charlar de esto, de la humanidad
tratando de subirse por las escarpadas y gélidas laderas de las montañas sin más
propósito que el placer de estar allí, siguiendo el flujo de una vida que no
persigue resultados sino aprendizaje en el más amplio sentido del término.
Tengo tanto por hacer solo eso. por hacer. ABRAZOS.
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